INTRODUCCIÓN
La sociedad actual en los países más desarrollados
se ha vuelto muy crítica con aquellas profesiones que están en contacto directo
con el público. Puede que sea un efecto consecuencia de la democracia que impera
en estas naciones, puesto que la opinión pública se ha convertido en la
principal espada de Damocles que pende sobre la cabeza de los gobiernos de
turno.
Amparadas en las democracias más estables
genuinamente practicantes han surgido múltiples organismos de ámbito
internacional que pretenden defender los derechos de los ciudadanos reivindicándolos
donde corresponda y ante quien corresponda. Así, tenemos instituciones que
luchan contra la corrupción a nivel internacional (http://transparencia.org.es/);
por los derechos democráticos de la ciudadanía y por la justicia social
(www.change.org); por una financiación no abusiva para desarrollar proyectos (http://goteo.org/);
etc. Otras organizaciones han surgido como una referencia comparativa de
economías o grado de desarrollo entre naciones precisamente para, al menos
sobre el papel, eliminar a medio plazo los desequilibrios entre sociedades de
países del mismo entorno. Por ejemplo la OCDE (http://www.oecd.org/).
Se da por supuesto que otras organizaciones
internacionales que llevan siendo una referencia internacional desde el final
de la Segunda Guerra Mundial también forman parte de este conjunto (ONU,
UNESCO, OMS, etc.), pero la intención es la de destacar las primeras citadas,
principalmente surgidas de iniciativas populares y sin tener necesariamente un
aval o visto bueno de otros organismos o administraciones:
-
Naciones
Unidas (http://www.un.org/es/index.html)
-
UNESCO
(http://www.unesco.org/new/es)
-
OMS (http://www.who.int/es/)
En el caso español vemos como cada vez con más
profusión y con mayor detalle los medios de comunicación se interesan por la
prestación de servicios al ciudadano, bien sea desde una administración bien
desde una gran superficie. Además, es una evolución que podemos constatar en
otros países similares al nuestro en los que la ciudadanía reclama una calidad
de servicios a sus administradores, cuando no hace demasiados años atrás
aceptaba y asumía los dictados de su gobierno sin apenas inmutarse.
Sin duda alguna esta reacción ciudadana común en
las sociedades más desarrolladas es una consecuencia de la estabilidad de sus
democracias. Cabría incluso deducir la regla de que a mayor democracia, mayor
exigencia de calidad de servicios por parte de la ciudadanía. Pero este
comportamiento es especialmente contundente en aquellos aspectos en los que
existe un contacto directo en la gestión o en el trato. Éste es el caso de los
docentes, con mayor intensificación si se trata de enseñanzas no
universitarias.
LA ENSEÑANZA
COMO DEPORTE DE MASAS
En la enseñanza no universitaria nos encontramos
con varios niveles, entre los cuáles destaca el de la enseñanza obligatoria,
que comprende el periodo de más larga duración hasta la edad adolescente. Los
estudiantes en esta etapa son menores de edad, de forma que, en general, los
padres están muy encima de lo que hacen y dicen sus profesores. En este punto
es en el que comienzan los roces y puede que sea uno de los factores que más
contribuyen al deterioro de la imagen del profesor frente a la sociedad.
Este tipo de profesiones de cara al público llevan
aparejado que todo el mundo opine sobre lo que se debe hacer y sobre cómo se
debe hacer. Ocurre algo parecido a lo que pasa en el fútbol. Todo el mundo
suele opinar sobre la estrategia que ha empleado el entrenador en el partido,
tanto si el resultado ha sido positivo como negativo. Y la mayor parte de las
opiniones suelen ser siempre críticas, como si cualquiera de nosotros lo
pudiéramos hacer mejor o supiéramos sobre el tema tanto o más que el
entrenador, a pesar de reconocer en la intimidad que nunca nos gustó el fútbol
o que siempre preferimos quedarnos jugando al parchís a perseguir un balón de
cuero para chutarlo a la portería contraria.
Así pues, la docencia es como el fútbol, todo el
mundo opina, pretende tener soluciones y dicta con seguridad meridiana y sin
que tiemble el pulso aquello que habría que hacer para que la enseñanza
funcione bien de una vez por todas, aunque no se haya ejercido jamás como
docente o ni siquiera se tengan unos estudios mínimos que permitieran cierta
justificación a la hora de opinar. Por ello, el tipo de soluciones que más
comúnmente se escuchan son las siguientes:
-
Reducir
vacaciones a los profesores.
-
Bajarles
el sueldo.
-
Despedirlos
si los resultados (alumnos aprobados) no son suficientes.
-
Jornada
laboral por la mañana y por la tarde.
-
Flexibilidad
para impartir clase de lo que sea.
-
Evaluación
selectiva constante y si no se supera: a la calle...
Y así un montón de simplezas que realmente han
calado en la opinión pública.
A todo ello hay que sumar además opiniones de personas
de gran reputación y con conocimiento del mundo docente, como puede ser José
Antonio Marina, coautor del recientemente publicado y polémico "Libro
blanco sobre la profesión docente". Es una opinión autorizada, tanto como
la de miles de profesores en activo (y en pasivo) que pensarán de otra forma.
Por mi parte, evaluación SÍ. ¡Pero para todos! Iniciemos un
auténtico proceso democrático de revisión de funciones, tareas, capacidades y
salarios. Y elijamos de forma justa y objetiva a los evaluadores. Por cierto,
¿quién evaluaría a los profesores? ¿los inspectores? Parece razonable, siempre
que ellos hayan sido evaluados previamente y hayan superado la evaluación que
les determina competentes para evaluar al profesorado. ¡Y así todo el mundo!
¿Va a ser uno propuesto para cargo político,
director general, asesor...? ¿no sabe inglés? Pues... se siente, ¡no es
competente! ¡Empecemos la evaluación por los políticos y cargos públicos para
elegir a los mejores!
NO ESTAMOS
SOLOS
En España, aunque la enseñanza pública es
mayoritaria, la privada y concertada ocupan un lugar muy destacado en cuanto a
porcentaje, pudiendo establecerse a fecha de hoy en aproximadamente el 60% para
la pública y el 40% para la privada y concertada.
Fundamentalmente, la opinión anterior está dirigida
hacia el docente de la enseñanza pública, al que se le considera repleto de
prebendas y de privilegios. No obstante, la sensación de sentirse en boca de
todos es algo generalizado en el colectivo docente, venga de donde venga, e
incluso allende nuestras fronteras, pues como podemos observar en el siguiente
gráfico, también en otros muchos países existe una sensación parecida que, en
definitiva, apunta a la falta de reconocimiento por la sociedad.
Aunque el gráfico muestra la opinión de los
docentes, resulta ilustrativo comprobar que la sensación de sentirse
infravalorado por la sociedad es algo bastante común, no sólo en España.
OPCIONES
Las sociedades democráticas lo son tanto más cuanto
más tienen en cuenta la opinión de sus ciudadanos. Opinar debe ser libre, pero
al mismo tiempo tendría que ser una opinión fundamentada y argumentada que
apunte a la consecución de una mejora. No es compatible hablar de la docencia
como si de fútbol se tratara, y erigirse en árbitro del partido sin tener toda
la información y la competencia necesaria para influir en uno de los problemas
más delicados de la sociedad, ya que la enseñanza constituye la base sobre la
que se edifica el futuro de una nación.
Pero la libertad, que empieza por la de expresión,
no debería ser limitada por nada ni por nadie, salvo por la contención
respetuosa hacia la libertad del prójimo. De otra manera, la Historia nos
demuestra la tendencia natural que tenemos los humanos de adorar a cualquier
becerro de oro a la que se nos pone a tiro. De esta manera sólo nos queda
volver al principio y hacer que la enseñanza sea de calidad, estimulando sobretodo
el espíritu crítico de los ciudadanos para que sean y se sientan libres tanto
de acción como de pensamiento, pero para ello se hace imprescindible fomentar
la capacidad de análisis de la información y del espíritu crítico para
depurarla. Dos competencias sencillas de pronunciar pero difíciles de practicar
por cuanto a los poderosos les interesan más los ciudadanos dóciles y confiados
en las decisiones de sus dirigentes, muchas veces transmutados en amos que
gustan del control de la población en sus gustos, intereses y pensamientos. Por
ello la enseñanza acaba convertida habitualmente en moneda de cambio que a
todos les gusta tener en sus bolsillos.
Y así nos va el pelo. Mientras tanto, todo el mundo
opina, ¡como debe ser!
REFERENCIAS
MARINA,
José A.; PELLICER, C.; MANSO, J. (diciembre de 2015). Libro blanco sobre la
profesión docente y su entorno escolar. Recuperado el 27/12/2015 de http://www.mecd.gob.es/mecd/gl/dms/mecd/destacados/libro-blanco/libro-blanco-profesion-docente.pdf
OECD (2014). Graph 7.3. Teachers' view
of the way society values the teaching profession: Percentage of lower
secondary education teachers who "strongly disagree",
"disagree", "agree" or "strongly agree" with the
following statement: I think that the teaching profession is valued in
society, in TALIS 2013 Results, OECD Publishing, Paris. DOI: http://dx.doi.org/10.1787/9789264196261-graph59-en
Recuperado el 27/12/2015
de http://www.keepeek.com/Digital-Asset-Management/oecd/education/talis-2013-results/teachers-view-of-the-way-society-values-the-teaching-profession_9789264196261-graph59-en#page1
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