viernes, 3 de octubre de 2014

PLAGIAR O NO PLAGIAR. HE AHÍ LA CUESTIÓN

INTRODUCCIÓN


La RAE (Real Academia Española) define el plagio en el diccionario de la lengua española como la acción de copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias.  Asimismo, en ese mismo sentido, define la acción de copiar “en un ejercicio de examen escrito, como ayudarse consultando subrepticiamente el ejercicio de otro examinando, libros o apuntes”.

Internet se ha convertido desde hace bastantes años en la fuente primordial de plagio de casi cualquier cosa, lo que no sería ninguna novedad si no fuera porque el número de plagios es tan abrumador que ya se acerca al infinito matemático, y porque el plagiar se ha estandarizado hasta llegar a constituirse para las generaciones 2.0 y algunas anteriores en algo natural y cotidiano.

No hace tantos años (a principios de la década de los 90), las fotomecánicas más avanzadas empezaban a usar discos duros de la friolera de ¡400 MB! Algo nunca visto hasta entonces. Por supuesto, eran carísimos y se fabricaban expresamente para la industria gráfica, necesitada de dispositivos de gran capacidad de almacenamiento para el tratamiento de la información, compuesta por imágenes en alta resolución y texto que eran manipulados a la vez por un único programa como Quark o Page Maker. Era la época en la que las oficinas y los usuarios de a pie, informáticamente hablando, tenían en su PC 10 o 20 MB de disco duro y estaban convencidos de que era una exageración tener tantos megas porque con dos o tres bastaba para los programas de aquél entonces.

Era la época en la que la alta calidad de las publicaciones impresas se asomaba al abismo empujada por la relajación de costumbres en los mercados consumidores, que prefirieron una calidad de bajo coste aunque suficiente, a la primera, exquisita y cara pero no apta para ser  apreciada por ojos no expertos o profesionales.

Esa década determinó el auge de la sociedad de la información, que se consolidó en la siguiente y de allí hasta nuestros días. Es a partir del año 2000 cuando Internet evoluciona y empieza a llegar a las escuelas y más tarde, poco a poco, a la mayoría de hogares. Es posiblemente a partir de ese año cuando podemos situar el auge del plagio a través de Internet, dadas las facilidades de acceso a la información y, de nuevo, a la relajación de costumbres a la hora de respetar la propiedad ajena, especialmente cuando se trata de propiedad intelectual.  

LA PROPIEDAD INTELECTUAL


En general, podríamos decir que desde la enseñanza Infantil y Primaria nuestros alumnos se inician en la aventura del conocimiento a través de Internet. Cuando llegan a Secundaria suelen manejarse con el ordenador en Internet con más soltura que sus profesores. Ya son expertos en buscar información en la Wikipedia para elaborar los trabajos que les piden en clase. Una vez en la universidad, su habilidad para navegar por la Red en busca de información o para comunicarse a todas horas con incontables seguidores supera cualquier predicción. Sin embargo, en la mayoría de los casos se aprecia una relajación de costumbres con la propiedad intelectual, provenga de donde provenga, pero especialmente si la fuente es Internet.

Es curioso y alarmante comprobar que muchos estudiantes universitarios plagian sin tener conciencia de que lo hacen, simplemente copian todo lo que guarde cierta relación con el objetivo de su búsqueda, montan texto e imágenes en el editor de textos y… ni rastro de citar a los verdaderos autores de la información que utilizan, haciendo propios párrafos o documentos enteros.

Es en los primeros niveles de enseñanza donde se les debe inculcar el respeto por los demás, la ciudadanía, que también debe incluir el de la propiedad intelectual, que cada vez más está presente en Internet y por tanto en nuestras vidas.

Se trata de mentalizar y de concienciar a los estudiantes en los valores de la sociedad, pero enfocando esa instrucción al momento actual en el que nos encontramos, donde la mayoría de estudiantes emplean más de 4 o 5 horas al día en consultar su correo electrónico, Whatsapp o la Web.



ALGUNAS NORMAS Y REGLAS PARA LA PRODUCCIÓN CIENTÍFICA


Las normas APA (American Psychological Association) son las más utilizadas internacionalmente en las facultades de formación del profesorado. En estas normas se recogen todas las pautas necesarias para la redacción de un documento, su formato, su encabezamiento, pie, estilo, títulos, citas, referencias bibliográficas y electrónicas, etc. Son unas normas vivas, que están en constante evolución al incorporar nuevas pautas que dan respuestas a los retos que plantea la sociedad de la información y el conocimiento, que va abriendo una nueva senda que nadie antes había pisado. En Internet se localiza fácilmente abundante información sobre estas normas. No obstante, recomiendo un post de mi creación (García Tartera, 2011) en el que resumo las formas más usuales para citar autores y su correspondiente referencia. Asimismo, muestro ejemplos sobre cómo referenciar a partir de la información electrónica más común en nuestros días: periódico electrónico, revista en Internet, Facebook, Twitter, etc.

En muchas universidades todavía se exige o recomienda que los documentos científicos vayan avalados por una bibliografía. Bajo mi punto de vista, y el de otros muchos autores actuales (Pérez, 2009; Phillips y Pugh, 2008; Rivera-Camino, 2014; etc.), esa exigencia empieza a ser un tanto anacrónica y puede que hasta albergue un cierto tono irónico al estilo de “yo he venido aquí a hablar de mi libro”, que popularizó el genial y malogrado Paco Umbral. La verdad es que actualmente, hasta los autores más prestigiosos y prolíferos del mundo, han reconocido que si no estás en Internet… no eres nadie.

En los últimos años, Internet ha avanzado de tal manera que se puede afirmar sin riesgo que “todo se encuentra allí”. Por tanto, ¿por qué no citar y referenciar la información que aparece en Internet? Además, citar y referenciar implica que el autor ha leído la obra de quién se cita (APA). Si está en Internet es mucho más probable que eso sea cierto que si ha tenido que acudir a una biblioteca a buscar o encargar el libro de tal autor citado.

En resumen, algunos de los errores más frecuentes en los que caen muchos estudiantes son los siguientes:

  • Utilizar las notas al pie de una página para incluir referencias bibliográficas. Esta práctica es errónea. Tal como cabía esperar, una nota al pie se debe utilizar para aclarar algún concepto del texto escrito en esa página. Las referencias bibliográficas tienen su propio capítulo en el que deben, obligatoriamente, ubicarse.
  • Crear un apartado de “Bibliografía” y otro de “Webgrafía”. Es otro error muy extendido. Actualmente la fuente principal de consulta es Internet, no la bibliografía convencional, por tanto, lo recomendable es crear un único apartado de “Referencias” en el que se incluirán las bibliográficas y las electrónicas, sin distinción, pero ordenadas alfabéticamente y con sangría francesa de 1’5cm, tal como se indica en las normas APA. No deben utilizarse guiones ni viñetas de ningún tipo, sólo la sangría francesa.
  • Es recomendable por estética que en las referencias, los apellidos se escriban siempre en mayúsculas. Así, si también referenciamos siglas, leyes, etc., que van en mayúsculas, el apartado se verá mucho más homogéneo al empezar todos los párrafos con mayúsculas.
  • Utilizar la palabra “Webgrafía” es otro error muy común, pues no existe en el diccionario de la RAE. Es lo que diríamos un palabro.
  • Citas obligatorias para apoyar nuestras afirmaciones. Estas citas deben ser de autores de prestigio que ya hayan escrito sobre el tema, o bien referencias solventes como legislación, periódicos, etc. Hay que tener  siempre en cuenta la máxima de que todo lo que se cita debe referenciarse obligatoriamente.
  • Mezcla de normas al citar o referenciar. Basta leer rápidamente el resumen de normas APA recomendado para escribirlas correctamente. Denota una grave falta de rigurosidad encontrar referencias en diversos formatos como: “Martínez, J, Pérez, M. (2008): Los errores con las citas y referencias. Etc. “. Esos dos puntos después del año no forman parte de ninguna normativa, pero sin embargo encontraremos multitud de publicaciones, incluso de profesores consagrados, que contienen este tipo de error, o que prestan muy poca atención a la corrección de las citas y referencias.

Cabrían aquí muchos más errores y recomendaciones, pero las anteriores son una buena muestra de lo que se puede mejorar.

ESPÍRITU CRÍTICO

Es fundamental fomentarlo ya desde la escuela más temprana, y exigirlo en la Secundaria. No se debe caer en el conformismo de unos alumnos inapetentes que copian de la Wikipedia y crean un trabajo a medida para el profesor.
Esto sucede en todos los niveles académicos y tristemente se ha convertido en la tónica general en la universidad, con cada vez menos excepciones. Alarmante, ¿no?
Recuperemos el espíritu crítico. Exijamos trabajos originales en los que la rigurosidad sea el denominador común.

REFERENCIAS

GARCÍA TARTERA, F.J. (10 de mayo de 2011). Citas y referencias. Normas APA. Blog. Recuperado el 3/09/2014 de http://goo.gl/QF0cKn
PÉREZ, M. G. (2009). ¿Cómo hacer un artículo científico? REDHECS: Revista electrónica de Humanidades, Educación y Comunicación Social, 4(7), 1-9. Recuperado el 27/06/2014 de http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3063103.pdf
PHILLIPS, E. M.; PUGH, D. S. (2008). La tesis doctoral: un manual para estudiantes y sus directores. Profit Editorial. Recuperado el 27/06/2014 de http://goo.gl/y2LFBf
RIVERA-CAMINO, J. (2014). Cómo escribir y publicar una tesis doctoral. Esic Editorial. Recuperado el 27/06/2014 de http://goo.gl/ZRnnLo


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